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jueves, 16 de mayo de 2013

María Elena Walsh


El brujito de Gulubú

http://www.youtube.com/watch?v=gS7ZCXQdsIw


La Reina Batata 

http://www.youtube.com/watch?v=OH9E_avXYps 

 

Canción del Jacarandá 

http://www.youtube.com/watch?v=MudT9KSAxlA 

 

El twist del Mono Liso

http://www.youtube.com/watch?v=tQUhgkdKc40


El Show del Perro Salchicha

http://www.youtube.com/watch?v=0zXpjjjzW-o 

 

Canción del Jardinero

http://www.youtube.com/watch?v=5tLiIocTc00 

 

La Canción de la Vaca Estudiosa

http://www.youtube.com/watch?v=UHIaymWrM84 

 

Manuelita la Tortuga

http://www.youtube.com/watch?v=TVxSAs6I_j0 

 

 "Don Fresquete"

 "Don Fresquete" es un breve relato, lleno de poesía ,que nos introduce en un mundo mágico y cambiante, de la mano de un muñeco de nieve que cobra vida.

 

Gustavo Roldán


"El día que se inventó el año nuevo"






 "Animal de pelea" - Canal Encuentro






"El vuelo del sapo"



–Lo que más me gusta es volar –dijo el sapo.

Los pájaros dejaron de cantar.

Las mariposas plegaron las alas y se quedaron pegadas a las flores.

El yacaré abrió la boca como para tragar toda el agua del río.

El coatí se quedó con una pata en el aire, a medio dar un paso. El piojo, la pulga y el bicho colorado, arriba de la cabeza del ñandú, se miraron sin decir nada. Pero abriendo muy grandes los ojos.

El yaguareté, que estaba a punto de rugir con el rugido negro, ese que hace que deje de llover, se lo tragó y apenas fue un suspiro.

El sapo dio dos saltos para el lado del río, mirando hacia donde iba bajando el sol, y dijo:
–Y ahora mismo me voy a dar el gusto.

–¿Está por volar? –preguntó el piojo.

–Los gustos hay que dárselos en vida, amigo piojo. Y hacía mucho que no tenía tantas ganas de volar.

Un pichón de pájaro carpintero se asomó desde un hueco del jacarandá:
–Don sapo, ¿es lindo volar? Yo estoy esperando que me crezcan las plumas y tengo unas ganas que no doy más. ¿Usted me podría enseñar?

–Va a ser un gusto para mí. Y mejor si lo hacemos juntos con tu papá, que es el mejor volador.

–Sí, mi papá vuela muy lindo. Me gusta verlo volar. Y picotear los troncos. Cuando sea grande quiero volar como él, y como usted, don sapo.

El piojo miraba y comenzaba a entender.
El yacaré seguía con la boca abierta.
El tordo y la calandria se miraron y decidieron que era hora de intervenir.
–Don sapo –dijo el tordo–, ¿se acuerda de cuando jugamos a quién vuela más alto?

–Ustedes me ganaron –dijo la calandria– porque me distraje cantando una hermosa canción, pero otro día podemos jugar de nuevo.

–Cuando quiera –dijo el sapo–, jugando todos estamos contentos, y no importa quién gane. Lo importante es volar.

–Yo también –se oyó una voz que venía llegando–, yo también quiero volar con ustedes.

–Amigo tatú –saludó el sapo–, qué buena idea.

–Pero no se olvide de que no me gusta volar de noche. Usted sabe que no veo bien en la oscuridad.

–Le prometo que jamás volaremos de noche –dijo el sapo.

La pata del coatí ya parecía tocar un tambor del ruido que hacía subiendo y bajando.

El yacaré cerró los ojos pero siguió con la boca abierta.

Los ojos de la pulga y el bicho colorado eran como una cueva de soledad. Cada vez entendían menos.

El sapo sonrió aliviado.

El tordo y la calandria le habían dado los mejores argumentos de la historia, y ahora el tatú le traía la solución final, ya que el sol se acercaba a la punta del río.

–¿Se acuerda, amigo sapo –siguió el tatú–, cuando volábamos para provocarlo al puma y después escapar?

–¿Así fue? Yo había pensado que el puma era el que escapaba.

–No exageremos, van a pensar que somos unos mentirosos.

–¡Y qué otra cosa se puede pensar! –dijo la lechuza, que había estado escuchando todo.

–Gracias –dijo el sapo en voz baja, como para que lo escucharan solamente sus patas.
Eso era lo que estaba esperando. Alguien con quien discutir y hacer pasar el tiempo.

–En todo el monte chaqueño no hay mentirosos más grandes –siguió la lechuza–. Y ustedes, bichos ignorantes, no les sigan el juego a estos dos.

–¿Cuándo dije una mentira? –preguntó el sapo.

–¿Quiere que hable? ¿Quiere que le diga?

–Hable nomás –dijo el sapo, contento porque la lechuza lo estaba ayudando a salir del aprieto.

–Mintió cuando dijo que los sapos hicieron el arco iris. Mintió cuando dijo que hicieron los mares y las montañas. Cuando dijo que la tierra era plana. Cuando dijo que los puntos cardinales eran siete. Cuando dijo que era domador de tigres. ¿Quiere más? ¿No le alcanza con esto?

El sapo escuchaba atentamente y pensaba para qué lado convendría llevar la discusión.

–Me sorprende su buena memoria, doña lechuza. Ni yo me acordaba de esas historias.

–Y yo me acuerdo de otra historia, don sapo, esa de cuando usted inventó el lazo atando un montón de víboras –dijo el piojo.

–Otra mentira más grande todavía –rezongó la lechuza–, miren si un sapo va a vencer a un montón de víboras.

Los ojitos del piojo brillaron de picardía.

–Pero yo lo vi. Era una tarde en que el sol quemaba la tierra y las lagartijas caminaban en puntas de pie. Yo vi todo desde la cabeza del ñandú, ahí arriba, de donde se ve más lejos.

–Piojito, sos tan mentiroso como el sapo y nadie te va a creer. Es mejor que se vayan de este monte ya mismo. Y que no vuelvan nunca más.

–Ahora que me acuerdo, yo sé un poema que aprendí dando la vuelta al mundo –dijo el bicho colorado–. Dice así:

De los bichos que vuelan
Me gusta el sapo
porque es alto y bajito
gordito y flaco

–¡Qué hermoso poema! –dijo el pichón de pájaro carpintero–.
Cuando sea grande yo quiero hacer poemas tan hermoso como ése.

–Doña Lechuza –dijo la pulga–, estas acusaciones son muy graves y tenemos que darles una solución.

–Hay que decidir si el sapo es un mentiroso o un buen contador de cuentos –propuso el yacaré.

–Eso es muy fácil –opinó el coatí–, los que crean que el sapo es mentiroso digan sí. Los que crean que no es mentiroso digan
no. Y listo.

–Y si se decide que es un mentiroso se tiene que ir de este monte –dijo la lechuza.

–Claro –opinó la pulga–. Si es un mentiroso se tiene que ir.

–Aquí no queremos mentirosos –dijo el yacaré.

–Yo mismo me encargaré de echar al que diga mentiras. O lo trago de un solo bocado –dijo el yaguareté.

–Eso sí que no –protestó el yacaré–. Tragarlo de un solo bocado es trabajo mío.

–Dejen que le clave los colmillos –dijo el puma, que recién llegaba–.
Odio a los mentirosos.

–Bueno –dijo la lechuza–, los que opinen que el sapo es un mentiroso, ya mismo digan "sí".

En el monte se hizo un silencio como para oír el suspiro de una mariposa.

Después se oyó un SÍ, fuerte, claro, terminante y arrasador. Un SÍ como para hacer temblar a todos los árboles del monte.

Pero uno solo.

La lechuza giro la cabeza para aquí y para allá. Pero el SÍ terminante y arrasador seguía siendo uno solo. El de ella.

Y entonces oyó un NO del yacaré, del piojo, de la pulga, del puma, de todos los pájaros, del yaguareté y de mil animales más.

El NO se oyó como un rugido, como una música, como un viento, como el perfume de las flores y el temblor de las alas de las mariposas.

Era un NO salvaje que hacía mover las hojas de los árboles y formaba olas enloquecidas en el río.

La cabeza de la lechuza seguía girando para un lado y para el otro. Había creído que esta vez iba a ganarle al sapo, y de golpe todos sus planes se escapaban como un palito por el río. Pero rápidamente se dio cuenta de que todavía tenía una oportunidad. Y no había que desperdiciarla. Ahora sí que lo tenía agarrado: el sapo había dicho que iba a volar.

Mientras tanto, todos los animales festejaban el triunfo del sapo a los gritos. Tanto gritaron que apenas se oyó el chasquido que hizo el sol cuando se zambulló en la punta del río. Pero el tatú, que estaba atento, dijo:

–¡Qué mala suerte! ¡Qué mala suerte! Se nos hizo de noche y ahora no podremos volar.

–Yo tampoco quiero volar de noche –dijo el tordo–. A los tordos no nos gusta volar en la oscuridad.

–Los cardenales tampoco volamos de noche –dijo el cardenal.

–De noche solamente vuelan las lechuzas y los murciélagos –dijeron los pájaros.

–Será otro día, don sapo –cantó la calandria–. Lo siento mucho, pero no fue culpa nuestra. Esa lechuza nos hizo perder tiempo con sus tonteras. ¿Usted no se ofende?

El sapo miró a la lechuza, que seguía girando la cabeza para un lado y para el otro, sin saber qué decir. Después miró a la calandria, y dijo:

–Siempre hay bichos que atraen la mala suerte. Pero no importa, ya que no podemos volar, ¿qué les parece si les cuento la historia de cuando viajé hasta donde cae el sol y se apaga en el río?



"Noche de reyes a saltos"

El sapo andaba atareado y nervioso, revolviendo entre los yuyos y juntando cosas. No tenía tiempo casi ni para saludar.

 -Esta noche vienen, ¿eh, don Sapo? -preguntó el coatí.


 -Ay, don Sapo, no veo la hora de que lleguen -dijo la paloma.

 -No sé si voy a poder dormir esta noche -dijo la iguana.

 -Bah -dijo la lechuza-, ése es un sapo mentiroso. Seguro que les anduvo contando el cuento de los Reyes Magos.

 -Don Sapo nos dijo que esta noche van a venir con regalos- contestaron el coatí y la paloma.

 -¿Sí?- dijo la lechuza-, y también les habrá dicho que vendrán montados en camellos. ¿Me quieren explicar cómo hacen los camellos para cruzar el mar? ¿A que eso no les dijo?

 -Claro que sí. Nos contó que había sido un problema, y por eso ahora vienen montados en sapos, que sí saben cruzar el mar. A saltos, claro.

-¿Y para cruzar las montañas? ¿Los sapos saben cruzar las montañas? ¿A que eso no les dijo?

-Sí nos dijo, sí nos dijo. Andan todo el día a los saltos para practicar el cruce de las montañas. Ésa es la forma de cruzarlas, a saltos.

-Bah- dijo la lechuza-, ése sapo es un mentiroso. ¡Miren si los Reyes Magos van a cambiar los camellos por sapos! ¿Alguien los ha visto montados en sapos? ¿A que eso no les dijo?

-Sí nos dijo, claro que sí. Nadie los vio porque los sapos no hacen ruido al saltar y llegan despacito cuando todos están dormidos. Los camellos hacen mucho ruido.

-Bah -dijo la lechuza-, se van a quedar con las ganas porque esta noche no va a venir nadie.

En la noche brillaba una luna redonda y blanca. El coatí, la paloma, el quirquincho y mil animales más daban vueltas sin poderse dormir. Al final, como sin darse cuenta, se durmieron más temprano que nunca. Sólo quedó despierto el canto de las ranas.

Aquel 6 de enero todos se despertaron muy temprano.

-¡Vinieron los Reyes!  ¡Vinieron los Reyes!- gritaban picos y hocicos.

Al lado de cada uno había un regalo. Una pluma roja para la paloma gris. Un higo maduro para el coatí. Una flor de mburucuyá para la iguana. Y así mil cosas para los mil animales.

-¡Vinieron los Reyes!  ¡Vinieron los Reyes!- gritaban todos.

¿Todos? Bueno, todos no. En un rincón, tras de un árbol caído, el sapo dormía sin que los ruidos pudiesen sacarlo de su cansancio. Había andado a saltos toda la noche, y ahora soñaba con Reyes Magos montados en sapos, y hablando en sueños decía:

-Ja, si sabrá de Reyes Magos este sapo.

 

 SOBRE GUSTAVO ROLDÁN

Entre idas y vueltas, siempre vuelvo a Huckleberry Finn, Sandokán, todo Jack London, Las 1001 noches, La isla del tesoro. Porque esos libros me ayudaron a crecer, a imaginar, a pelear contra los perversos y contra el miedo, a defender la dignidad, a resistir, a volar. Porque me dijeron, antes de que aprendiera nada de política, que era posible cambiar el mundo. Cualquiera que aprenda a volar puede resistir.

 Gustavo Roldán, Autobiografía.
 Gustavo Roldán nació en Sáenz Peña, provincia del Chaco (Argentina) en 1935.
Es Licenciado en Letras Modernas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Córdoba.
Es escritor, se desempeñó como periodista y docente, y actualmente realiza talleres y encuentros con chicos tanto en escuelas como en bibliotecas.
Durante el año pasado visitó distintas provincias,  por ejemplo, se presentó en escuelas de Formosa, y también de Trelew y del Valle Inferior del Rio Chubut. En Chubut fue uno de los conferencistas del 6to. Congreso Provincial de Educación y, entre otros temas, se refirió a la relación entre los niños, los libros y la escuela. En esa oportunidad dijo:
Desconfiar de su capacidad es desconfiar de la inteligencia, de la sensibilidad del otro. Y desconfiar de la capacidad de la palabra es, en última instancia, desconfiar de nosotros mismos. Podemos desconfiar de nosotros mismos pero, si jugamos en serio, las palabras siempre van a alcanzar. Sobre todo lo que hay detrás de las palabras.
Gustavo Roldán ha participado con colaboraciones en las revistas infantiles Humi y Billiken, ha sido Jurado del Premio Casa de las Américas (La Habana, Cuba), en 1989. Además, participa en charlas  y conferencias sobre LIJ.
 También es carpintero y aprendiz de mago.
Ha recibido numerosas distinciones por su obra desde el Primer Premio Concurso Nacional de Cuentos, en Cosquín, Pcia. de Córdoba en 1969 como, por ejemplo, el Premio al Mérito (Obra Total) de la Fundación Konex (1994), el Premio Destacados de ALIJA 1999, Rubro “Libro Total”, por Dragón, y el Premio Pregonero de Honor del año 2002.
Cuando se le pregunta cómo comenzó a escribir para chicos cuenta que en realidad fue porque sus hijos, ya grandes, le preguntaron por qué no escribía aquellos cuentos que les contaba a ellos de niños, que eran cuentos que se los habían contado a él y luego otros que inventó. Como no los recordaba  como para escribirlos, sus hijos se los contaron nuevamente y así pudo llevarlos al papel. Se divirtió, envió su libro a un concurso en México y ganó el primer premio.
Con la llegada de la democracia entró en Colihue para dirigir colecciones de libros para chicos.
Su obra recupera la oralidad, recreando cuentos populares y otros inventados por él. Sus personajes son en general animales del monte chaqueño, del campo y la ciudad. Susana Izcovich señala:
En la búsqueda de la recuperación, reelabora relatos populares y otros de su propio imaginario, imprimiendo a sus personajes ciertos valores prototípicos de la otra cultura, la no oficial. Por eso aparecen todos los animales que conocen los chicos del campo, del monte y algunos de la ciudad: el zorro, el sapo, el tatú, el coatí, la paloma y los pequeños bichos colorados, pulgas y piojos también.
Acerca de los animales, Roldán dice en una entrevista que le realizó Susana Izcovich:
Son mis amigos de chico. Me crié en el monte con la iguana, el quirquincho, todos los pájaros que estaban alli (…)
Mis animales me servían para contar historias en un mundo lleno de prohibiciones y limitaciones como es el que todavía vivimos hoy. Los animales me daban algún permiso más en ese mundo coartado. (…) Con los animales como  protagonistas se logra algún permiso y como los quiero y los conozco, se prestan para que las cosas ocurran dentro de ese marco, de ese mundo, y yo pueda decir lo que tenga ganas (…).
Sobre nuestro idioma argentino y la exigencia de las editoriales  señala en la misma entrevista:
Cada país tiene su idioma, sus riquezas y sus pobrezas. Nosotros usamos el “voseo” y otros países latinoamericanos no. Pero es mi lengua. Mi lengua es mi herramienta de trabajo. Puedo trabajar con estas herramientas y no con las ajenas.
Yo me pregunto qué pasa en el mundo de la literatura para chicos. ¿Es que todavía sigue sin encontrar un espacio? A ningún país se le ocurriría cambiar una letra de tango y sin embargo tiene términos imposibles de entender hasta para un argentino. El tango sí se ha ganado un lugar. Tal vez no hayamos ganado aún el lugar de literatura infantil. Un texto se acepta en bloque o no se acepta. Las palabras desconocidas se aclaran al pie de página o con un glosario.
En cuanto a los libros clásicos y de aventuras afirma:
Alguna vez los hombres serios abandonaron los libros de aventuras, como una literatura de segunda categoría, así como abandonaron los juegos, y dejaron ese material para los chicos y los jóvenes, porque entre las cosas serias que debían hacer los hombres, ya no entraba viajar por los mares del Caribe ni correr tantos peligros con Sandokán y los Tigres de la Malasia. (…).
Si los cuentos del mundo comenzaron con el Gilgameth, con un arca repleta de animales, con Ulises y mares poblados de sirenas, y siguieron con caballos voladores y alfombras voladoras y monstruos indescriptibles, bienaventurados los chicos y los jóvenes que heredaron tanta hermosura.
Lástima para los grandes que no la supieron guardar (…). Y se olvidaron -ocupados en esas cosas llamadas importantes- , de seguir buscando la felicidad.
Y de paso también, se olvidaron de querer imponer la justicia y cambiar el mundo.
Algunos de los libros de Gustavo Roldán son: Proas de amor y mar (1990, Sudamericana), El enamorado no se rinde (Colihue, 1992), Payada del bicho colorado (Colihue, 1993),  Dragón (Sudamericana, 1997), Cuentos del zorro (Sudamericana, 1999), Como si el ruido pudiera molestar (Libros del Quirquincho, 1986, y Norma, 1999), Las pulgas no vuelan (FCE, 2000), El viaje más largo del mundo (SM, 2002),  Cuentos de mundos lejanos (Santillana, 2002), Cuentos con plumas y sin plumas (Sudamericana, 2004), Pájaro de nueve colores (Norma, 2004), Los sueños del yacaré (Alfaguara, 2010), y El último dragón (Norma, 2011),  El último dragón (Norma, 2011), Sapo en Buenos Aires (Alfaguara, 2011).

Leyendas

 La Pastora y el Cóndor. Leyenda Andina




Ésta es la leyenda de más amplia difusión entre nuestros pueblos andinos, en los países unidos por la cordillera de los Andes se la ha representado de diferentes formas, siempre tomando al cóndor ave emblemática de nuestros pueblos precolombinos como personaje importante, tal vez su comportamiento como pareja (eternamente monógamo) y su importancia cultural han hecho que esta leyenda perdure hasta la actualidad.




 Leyenda Mapuche: "El Nahuel y el hombre perdido"



  ¿Sabías que "Nahuel", en mapuche, significa "hermano tigre"? Esta leyenda te cuenta cómo el felino más grande del mundo ayudó a un guerrero que estaba perdido.



Leyenda del Yaguareté


Para seguir disfrutando de la lectura...

 Leyenda de la Yerba Mate

http://www.youtube.com/watch?v=tsKGcJ_I1a8

Leyenda La flor del Ceibo

http://www.youtube.com/watch?v=ZZpRgJX3Cug

María Elena Walsh: "La princesa Sukimuki"

http://www.youtube.com/watch?v=AcqlTCeaoh8

Istvansch
Es ilustrador, diseñador y escritor de sus propios textos, y su formación en estos campos es autodidacta. Ha publicado libros en Argentina, México, Francia, España, Suiza, Colombia, EE.UU. y Corea.

http://www.istvansch.com.ar/





Graciela Cabal, "Miedo"




"Había una vez un chico que tenia miedo." Y si. Hay muchos chicos que tienen miedo. Y también hay grandes que no entienden. Este libro es para los chicos que tienen miedo. Y para los que alguna vez tuvieron miedo y ahora se volvieron valientes. Graciela Cabal nació en el barrio de Barracas (Buenos Aires) en 1939. Es egresada en Letras por la UBA. Escribió muchos libros -Tomasito, Cosquillas en el ombligo, Jacinto, Secretos de familia y Carlos Gardel, entreotros. Tiene tres hijos altos, dos nietos petisitos y un marido mediano que se llama Daniel. Cuando Graciela era chiquita tenia muchos miedos, pero no a los perros: a las arenas movedizas, las plantas carnívoras y el angelito de la guarda. Ahora mejoro, pero poco. Nora Hilb nació en Buenos Aires en 1935. Lo que mas le gusta en la vida es dibujar animales, duendes y nenes tiernitos. Tiene dos hijos, una perra (Luna) y un marido que se llama Daniel (no el de Graciela, otro Daniel). Ilustro montones de libros: Cosquillas en el ombligo, Cartas a un gnomo, Tomasito, Huevos de Pascua, Tatu Maramba... Cuando era chica les tenia miedo a los payasos, las lombrices de colores (¡!) y los bicho bolita.Ahora mejoro completamente.

miércoles, 15 de mayo de 2013

El valor de los cuentos como parte de la educación y la vida familiar


Existen numerosos escritos de gente muy reputada hablando de los muchísimos beneficios que tienen los cuentos, no sólo en la educación del niño, sino en la vida familiar. Lo que aquí os presento es una valoración personal de los puntos que considero más importantes, haciendo especial hincapié en aquellos que no se suelen mencionar, pero que pueden ser de gran ayuda.
La mayor ventaja educativa, sin duda ninguna, es la capacidad que tiene un cuento de transmitir valores. Quizás no hayamos reparado conscientemente en ello, pero si lo analizamos, la mayoría de los valores más firmemente arraigados en nuestra propia personalidad llegaron a nosotros de la mano de algún cuento: los 3 cerditos, por ejemplo, nos inculcaron la importancia de trabajar bien; la tortuga y la liebre nos mostraban que la constancia y la modestia tenían su fruto; y la cigarra y la hormiga nos hicieron ver que era más rentable trabajar que ser un holgazán.
Esto no es casualidad. Todas las historias, y los cuentos son una más, tienen un argumento lógico que une las distintas partes, haciéndolas mucho más fáciles de recordar. De esta forma, nuestra memoria almacena precisamente ese hilo argumental porque es el pegamento de todos esos elementos, y por tanto la forma más sencilla de tener acceso al resto de detalles de la historia. Y es precisamente la moraleja el mejor resumen de un cuento, y por tanto lo que mejor retenemos del mismo. Así, por ejemplo, uno puede olvidar detalles de lo que decían la cigarra y la hormiga, pero no olvida que una holgazaneaba mientras la otra trabajaba para almacenar comida.
En segundo lugar, y muy relacionado con lo anterior, está la utilidad de los cuentos para enseñar cosas nuevas. Precisamente por la facilidad con que se recuerda la historia principal, y por su importancia como nexo de unión, el cuento permite acceder fácilmente a los demás detalles. De hecho, las historias han sido utilizadas siempre para transmitir ideas y conocimiento, empezando por la mismísima Biblia y el propio Jesús de Nazareth, cuyas parábolas fueron una forma de enseñanza realmente reveladora. Yo mismo aún recuerdo el caso de un compañero de clase en el colegio que siempre sacaba malas notas, que sorprendió a todos con una nota excelente en un examen de historia de la primera guerra mundial precisamente porque había estado viendo un par de películas sobre el asunto...
Pero además de ser potentes herramientas de educación y enseñanza, los cuentos inventados y personalizados antes de dormir permiten establecer un nexo fortísimo con los niños. Al ser inventados y originales cada día, quien los cuenta debe dedicar toda su capacidad y atención, aunque sólo sea durante ese momento; y eso es algo que los niños, acostumbrados a ser el centro de atención de actos, pero no de pensamientos (muchos padres tienen demasiadas preocupaciones como para aparcarlas totalmente, aunque sólo sea un rato) perciben con gran agradecimiento y entusiasmo. Y al personalizarlos (yo siempre les dejo escoger los personajes principales de la historia), los padres se obligan a escuchar y atender a sus hijos, y los niños se sienten verdaderamente especiales. Esa carga emotiva tan grande es otro importante factor que facilita la memorización y asimilación de lo enseñado en esos cuentos. Yo mismo he podido comprobarlo las numerosas ocasiones en que mis hijos me han sorprendido recordando detalles increíbles de cuentos que les había contado hacía ya mucho tiempo y de los que no habíamos vuelto a comentar nada.
Finalmente, contar cuentos sin libros ni dibujos, con la habitación en penumbra y los niños acostados, tal y como me gusta a mí hacerlo, es una ayuda muy eficaz para contrarrestar la falta de atención que sufren muchos niños actualmente , provocada por vivir en un mundo con tantos sobreestímulos visuales. Bajo la débil luz del pasillo, y con la tranquilizadora presencia de sus padres, los niños abren sus oídos dispuestos a transportarse al mundo del cuento, y sin darse cuenta, están aprendiendo a centrar su atención; no sólo eso, además lo hacen utilizando el oído como sentido primario, muy al contrario de lo que habrá sucedido durante el día. Yo suelo aprovechar esta situación para estimular aún más su parte visual, pero en el aspecto creativo, que ante tantos estímulos tan perfectamente fabricados, muchos no desarrollan debidamente; así que lleno los cuentos y sus personajes de marcados y vivos colores, obligándoles a imaginar cada parte del cuento.

Ricardo Mariño, "Cuatro increíbles"

http://www.abuelas.org.ar/educacion/Los4_increibles.pdf

RICARDO MARIÑO
Nació en Chivilcoy, en 1956, y vive en Buenos Aires desde 1976.
Es escritor, periodista y guionista. Publicó más de sesenta libros
para chicos. Algunos de sus títulos son Cuentos ridículos; Botella
al mar; El mar preferido de los piratas; Recuerdos de Locosmos;
Cinthia Scotch; La casa maldita y El insoportable. Entre otras dis-
tinciones recibió el Premio Casa de las Américas, en 1988, el
Premio Konex a la trayectoria en dos oportunidades (1994 y 2004)
y obtuvo varias recomendaciones de publicación de IBBY
Internacional.

La importancia del cuento en el Jardín de Infantes

El primer contacto del/la niño/a con la literatura es a través de las canciones de cuna, es decir, a través de la literatura oral. Más tarde será el cuento narrado o leído por la madre, la abuela o algún otro ser querido. Luego prosigue en el jardín de infantes donde el libro-objeto cobra importancia material y se transforma en un juguete más al alcance de los/as nenes/as (o, por lo menos, sería deseable que así fuese) y, finalmente, llega a la lectura directa por parte del/la niño/a que comienza su alfabetización en el primer año de la EGB.
Y aunque en el nivel inicial todavía no sabe leer, el/la niño/a se acerca a los libros con curiosidad y placer y, mientras juega a que lee, va descubriendo que hay diferencia entre lo que son letras, los números o cualquier otro signo o dibujo; descubre también que no sólo hay letras, sino que éstas forman palabras y que las mismas se leen de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. Sabe, además, que la fascinación del cuento que el adulto narra o lee, se escapa de ese libro que él puede hojear, tocar y sentir. Es, por lo tanto, en esta etapa inicial cuando debemos comenzar con el fomento y desarrollo de la lectura. Es entonces cuando tenemos que comprender la verdadera importancia que tiene ese contacto físico con el libro-objeto, para su formación lectora.
Ante la posibilidad de leer o narrar un cuento, las maestras se plantean algunos interrogantes tales como: para qué sirve el cuento, qué hacer con él, cómo evaluar la tarea y muchos más. Luego surge la decisión de leer o narrar el cuento elegido, que ya es una opción, puesto que el docente deberá resolver entre una forma u otra, según el momento y las circunstancias.

La mayoría de las veces, motivados por el argumento y una vez finalizada la narración (o la lectura), los nenes dibujan, pintan e inventan nuevas historias que, en ocasiones, la maestra transcribe, logrando de esta manera un texto colectivo, producido por los/as alumno/as.

Y cuando el/la niño/a ya está en condiciones de comenzar a leer por sí mismo, se hace necesario crear una situación de lectura auténtica, donde se lea con un propósito de lectura asumido por el lector porque, de lo contrario, este aprendizaje no tendrá sentido. Es por eso que es importante e imperioso que el/la alumno/a pueda incluir el proceso de apropiación de la práctica de la lectura.

Sin embargo, lo más importante al contar un cuento es el hecho de que la historia no termina con la palabra FIN. Es entonces cuando el relato se prolonga en los diálogos que se suscitan a partir de él y los/as nenes/as, sin darse cuenta, empiezan a relacionar los hechos relatados con su vida cotidiana, con su realidad inmediata y con sus propias experiencias. Y el diálogo lleva a la reflexión, al pensamiento profundo y al juicio crítico. Es un proceso que nace en el interior de cada persona y aflora a través de la expresión oral.

martes, 14 de mayo de 2013

"Laura Devetach, Monigote en la arena"

La arena estaba tibia y jugaba a cambiar de colores cuando la soplaba el viento. Laurita apoyó la cara sobre un montoncito y le dijo:
—Por ser tan linda y amarilla te voy a dejar un regalo.
Con la punta del dedo dibujó un monigote de seda y se fue.
Monigote quedó sólo, muy sorprendido. Oyó cómo cantaban el agua y el viento. Vio las nubes acomodándose una al lado de la otra para formar cuadros pintados. Vio las mariposas azules que cerraban las alas y se ponían a dormir sobre los caracoles.
—Hola— dijo monigote, y su voz sonó como una castañuela de arena.
El agua lo oyó y se puso a mirarlo encantada.
—Glubi glubi; Monigote en la arena es cosa que dura poco— dijo preocupada y dio dos pasos hacia atrás para no mojarlo —¡Qué monigote más lindo, tenemos que cuidarte!.
—¿Qué? ¿Es que puede pasarme algo malo?— preguntó Monigote tirándose de los botones como hacía cuando estaba nervioso.
—Glubi glubi; monigote en la arena es cosa que dura poco— repitió el agua y se fue a avisar a las nubes que había un nuevo amigo pero que se podía borrar.
—Flu flu— cantaron las nubes —monigote en la arena es cosa que dura poco. Vamos a preguntar a las hojas voladoras cómo podemos cuidarlo.
Monigote seguía tirándose los botones y estaba tan preocupado que ni siquiera probó los caramelitos de flor de durazno que le ofrecieron las hormigas.
—Crucri crucri— cantaron las hojas voladoras —monigote en la arena es cosa que dura poco. ¿Qué podemos hacer para que no se borre?
El agua tendió su cama de burbujas para no mojarlo. Las nubes se fueron hasta la esquina para no rozarlo. Las hojas ni hicieron ronda. La lluvia no llovió. Las hormigas hicieron otros caminos.
Monigote se sintió solo, solo, solo.
—No puede ser— decía con vocecita de castañuela de arena —todos me quieren pero porque me quieren se van. Así no me gusta.
Hizo cla, cla, cla para llamar a las hojas voladoras.
—No quiero estar solo— les dijo —no puedo vivir lejos de los demás, con tanto miedo. Soy un monigote de arena. Juguemos y si me borro, por lo menos me borraré jugando.
—Crucri crucri— dijeron las hojas voladoras sin saber qué hacer, pero en ese momento llegó el viento y armó un remolino.
—¿Un monigote de arena?— silbó con alegría —Monigote en la arena es cosa que dura poco. Tenemos que hacerlo jugar.
Cla, cla, cla, hizo el monigote porque el remolino era como una calesita.
Las hojas voladoras se colgaron del viento para dar vueltas.
El agua se acercó tocando su piano de burbujas.
Las nubes bajaron un poquito, enhebradas en rayos de sol.
Monigote jugó y jugó en medio de la ronda dorada, y rió hasta el cielo con su voz de castañuela.
Y mientras se borraba siguió riendo, hasta que toda la arena fue una risa que jugaba a cambiar de colores cuando la soplaba el viento.